“¡Ay! Yo pensé que eso de casarse era algo de comer… “. Así, tal cual como Gokú se estrelló con la realidad, me pasó a mi. De un momento a otro, las juntas, los foros, las tardes de ver series y leer mangas se detuvieron, y no solo eso, casi desaparecieron, siendo por varios años, nada más que un grato recuerdo en mi corazón.
Salir de la universidad, trabajar y aprender a como criar un hijo, hizo que mis atesorados
DVDs de series, pasaran a ser un juguete más de ese “pequeño insecto”, que dominaba mi
tiempo, mi vida y mis desvelos. Adiós torneos de cartas, bienvenido cambiar pañales e
insomnio.
Sin embargo, el espíritu ñoño no desaparece, permanece en el interior, esperando se libere ese cierre mental, que trataba de ocultarlo ante la “normalidad”, y en cada oportunidad que se le presentaba, se dejaba asomar.
Cambios y presencia
Las sábanas de Gokú para la cuna, el trajecito de Gohan, el peluche de Majin Boo, y los cientos de delicados detalles, que solo algunos entendían, alimentaban el concepto de que, el “ñoño nunca desaparece”.
Cuando mi hijo cumplió eso de 5 años, ya era avezado jugador de videojuegos, conocedor de la “Fuerza”, asistente fiel de cada edición de FANVIÑA, y seguidor acérrimo del más grande de todos, aquel, que ha sido capaz de vincular sin importar diferencias, ese que no deja indiferente a nadie, guste a quien le guste, el ícono, la leyenda, Son Gokú y toda su tropa.
No conocer a Gokú, su historia y su obra, es realmente difícil, pocos han querido acercársele, pero aún no es ni por poco igualado, ni en fuerza, ni en carisma, ni mucho menos en impacto mediático.
Gokú lograba hacernos salir corriendo del colegio para no perderse sus aventuras, hacía
volvernos locos cada vez que superaba los límites de sus poderes, no hacia comprar láminas, álbumes, figuritas o hasta un chicle rancio hablando en argentino, si alguien podía vender algo de tamaña mediocridad ese era Gokú. Por algo, fue un hecho que volvimos histéricas a muchas madres insistiendo en que llamaran a “Mega”, por la crueldad que hacían en repetir desde cero la serie, en la mejor parte.
Con Gokú, aprendimos con mi hijo a cantar en Japonés, a hacer cosplay y a literalmente
deshacernos los dedos gracias al Tenkaishi budokai 3.
Hoy el mejor pastor del rebaño ñoño, quien predico: “Mi corazón encantado vibra…Por el
polvo de esperanza y magia”. Nuevamente nos trae de regreso a las raíces.
Para mi hijo fue la instancia de ver en buena calidad (algunas veces) y renovada acción a
los héroes y villanos que disfruta. Para mi, en el instante en que te volví a encontrar … Mi mente trajo aquel hermoso lugar, que cuando era niño fue tan valioso para mi… “
Gokú, fue por mucho el catalizador que permitió superar esas duras y complejas etapas de
crianza, matizadas por la alegría de compartir y disfrutar sanamente, de un gusto, una
pasión y una magia, que esperaba su momento para volver a brillar.
Para aquellos que su corazón quedó encantado por este mundo, los invito a abandonar
ataduras, levantar frente, comerse una semilla del hermitaño y seguir haciendo, viendo,
disfrutando y compartiendo de aquello que los hace felices.
En mi caso, trabajar junto con un set list de “Larc en Ciel”, ver Anime, comprar figuritas,
coleccionar Mangas y jugar, o más bien perder en DBZ Figther, con ahora mis dos
pequeños Sayajines!.
¡Hola Gokú!, hasta que nos volvimos a encontrar…